7 de abril de 2016

Fidel y Raúl Castro: divide y mentirás... pero no vencerás


Por José Manzaneda, coordinador de Cubainformación TV.

Hasta que, en 2006, asumió la dirección del Gobierno cubano, Raúl Castro era caracterizado en los medios internacionales como “el hombre duro” de la Revolución cubana (1). Hoy, la propaganda mediática que acompaña a la nueva estrategia de la Casa Blanca hacia Cuba nos dice justo lo contrario: contra la “flexibilidad” y “pragmatismo” de Raúl, chocaría la “intransigencia” de Fidel Castro, opuesto a la normalización de relaciones con EEUU.





Así informaba el canal español Cuatro TV (2) sobre el artículo que el expresidente cubano publicó tras la visita de Obama a la Isla (3): “Cuba está cambiando pero Fidel Castro sigue siendo el mismo. No ha hecho mella en él ninguno de los esfuerzos de Obama. (...) Es una carta suya leída en televisión que demuestra dos cosas: una, que la sintonía entre los hermanos Castro es nula; y dos, el proceso de apertura en Cuba posiblemente iría más rápido de no ser por él” (4).



Tres mensajes en uno: uno, la intransigencia de Fidel Castro; dos, los esfuerzos generosos de Obama para el acercamiento; tres, la división en las filas de la Revolución, encarnada en una supuesta fractura entre Raúl y Fidel. Tres mensajes que encajan a la perfección en un cuarto supuesto que ya se desliza en los medios internacionales: el “vacío de poder” que se producirá en la Isla, tras el anunciado fin del mandato de Raúl Castro y la desaparición de la escena política de la generación histórica de la Revolución cubana (5).



En los últimos años, el grupo mediático Prisa se ha convertido en el principal aparato de propaganda de la Casa Blanca en idioma español, siendo su buque insignia el diario “El País” (6). Su corresponsal en Washington y enviada especial a La Habana Silvia Ayuso, aseguraba que Fidel rechazó “la mano tendida por el mandatario estadounidense”, que su “reacción” supuso “un jarro de agua fría al proceso de normalización de relaciones” y “que el acercamiento al viejo enemigo estadounidense iniciado por su hermano y presidente Raúl (…) no cuenta con su visto bueno” (7).



Este mensaje era reforzado –como ya es costumbre- con otras voces, todas alineadas con las posiciones de la Casa Blanca: la primera, el portavoz del Gobierno de EEUU, Josh Earnest; después, cuatro supuestos expertos pertenecientes a think tanks ligados al Partido Demócrata. Marc Hanson, que subrayaba las “discordancias en el Gobierno cubano”. Arturo López-Levy, que acusaba a Fidel de jugar el “rol de patriarca de la izquierda radical”. Michael Shifter, que apuntaba a las “resistencias de Fidel y (...) de una buena parte del liderazgo cubano” a la normalización de relaciones con EEUU. Y James Williams, que calificaba al líder cubano como uno de los “intransigentes que miran con recelo los cambios”.



Este mismo mensaje se repetía, como verdad única, en centenares de medios de todo el mundo. Por mencionar solo los diarios españoles, “El Mundo” titulaba “Fidel Castro desprecia la visita de Obama” (8); y ABC sentenciaba que Fidel Castro “no solo no se entiende con Obama, (sino) tampoco con su hermano Raúl” (9).



Son 57 años de ataques mediáticos concertados contra una Revolución que –soportando las peores presiones- no ha caído. Pero el sistema internacional de propaganda sigue, erre que erre, con su vieja estrategia: divide... y mentirás.













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