21 de septiembre de 2017

Cuba después del huracán: La vida continúa

Por Annalie Rueda, en Resumen Latinoamericano. Fotos de Yaimi Ravelo y Annalie Rueda

Cuando parte de nuestro equipo de redacción llegó a Cojìmar, la primera impresión fue casi de asombro. Habían pasado 9 días exactos desde que Irma nos hizo testigos de su fuerza destructiva y las calles de esta tierra de viejos pescadores se mostraban con una tranquilidad inusual e impecablemente organizadas.

Al frente nos quedaba un paisaje casi infinito de escombros y a nuestra izquierda el horizonte renovado que nos propuso un mar tranquilo y bondadoso. Pareciera poner cara de niño travieso intentando pedir disculpas ante el desastre que causó.


Caminamos y una vez allí dejamos de buscar noticias, comenzamos a buscar esencias y esperanza. Afortunadamente encontramos ambas cosas.

Libros, como el de La Edad de Oro de nuestro Martí, muebles que hasta antes de Irma fueron testigos de muchas conversaciones y postes de electricidad se aventaron a la lente de nuestra cámara. Vigas, tejas, cemento y puertas arrancadas otro tanto. Blanco, azul, gris  y el ocre de la hierba ahogada por el salitre, fueron los colores que la luz matutina resaltó a primera vista. Estábamos en el malecón  de Cojimar, o mejor dicho- en la calle del desastre- según sus moradores.

En nuestro recorrido descubrimos un pueblito que forma parte de un hermoso proceso revolucionario en toda la extensión de la palabra. Su gente, a pesar del duro golpe no ha perdido la fuerza para sobreponerse a estas terribles circunstancias. Varias veces respiramos profundo adueñándonos del aire de mar y la promesa de vida.

Llegamos hasta el Torreón de Cojìmar y allí Irma echó un pulso con la historia. No tuvo reparos para dejar huellas en la pequeña fortaleza. A pocos metros, el monumento de Ernest Hemingway permanecía intacto, como si se hubiera ganado el derecho a ser un observador intocable por todo el amor que emanó para sus aguas. ¿Quién sabe? Queda el camino abierto para que cada cual explaye sus subjetividades.


Pero en la casita humilde de Onelia Oquendo sí que no hay espacio para subjetividades. Irma azotó sin piedad y marcó para siempre la vida de mucha gente. Dejó tristes y malos recuerdos en la misma medida que dejó conciencia, solidaridad y empeño. Esta es la nueva vista que tiene Onelia desde su portal.

Devastador…fue el primero que vino a mi mente cuando reparé en el panorama, pero esta mujer cubanísima convirtió mi pesar en orgullo.

“Mija esto fue lo más grande. Mira se llevó todo el muro de la entrada. El mar nunca, nunca, había llegado hasta aquí. Nosotros nos autoevacuamos en casa de la familia de Alamar y cuando llegué, mi sala estaba llena de escombros y de arena y el televisor hecho pedazos. Por suerte mi hijo subió el refrigerador encima de la mesa, pero tenemos los colchones que pa que te cuento. El agua subió a la altura de las camas. Hemos tenido que votar una cantidad de ropa…porque el agua se metió también en los escaparates. Bueno tu ves que esta puerta es de rejas ¡Mira como me la dejó! La desprendió y partió los cristales, Acabó. Pero así están muchos vecinos, sin puertas igual que yo”.

Luego nos hizo pasar a su casita y nos mostró las marcas que el mar dejó en sus paredes. Todo con una sencillez tremenda. Segundos después pasó de lo básico a lo sublime.

“Todo el mundo aquí ha perdido mucho, algunos hasta la cocina. Bueno otros lo han perdido todo, pero lo más importante es la vida y la salud. Eso lo tenemos gracias a la Revolución. Ese sábado por la mañana comenzaron a evacuar. Vinieron cantidad de camiones y guaguas que la Defensa Civil trajo para sacarnos de aquí. ¿Puedes creer que varias personas inconscientes se quedaron escondidos dentro de las casas? Entonces por la madrugada tuvieron que venir los policías, los bomberos y  rescatistas a sacarlos porque estaban pidiendo auxilio. Oye Mija que la gente no aprende. Fíjate, es verdad que nunca en la vida había pasado algo como esto pero la Defensa Civil llegó y nos dijeron que nos teníamos que ir porque no se sabía a ciencia cierta  la magnitud del ciclón".


Onelia continua con su relato:

“Lo mas importante es la vida y esa la tenemos, todo lo demás con salud y con el apoyo de nuestro gobierno va a venir otra vez. Porque eso si, nos han cuidado como si fuéramos vaya…se le llenan los ojos de lágrimas y se le hace un nudo en la garganta que le impide terminar la frase. Cómo he pensado en Fidel. ¡Ay Dios mío ! él que siempre estaba por donde pasara un ciclón. Cuando murió yo me decía –si pudiera darle mi vida para que el siga ayudado a la gente- Tu no sabes como yo todavía sufro por eso. Por suerte el nos enseñó a confiar y todos los del gobierno han estado con nosotros todo el tiempo atentos y preocupados. ¿Recuerdas que te dije lo de las casas sin puertas? Bueno, hay policías haciendo guardia todas las noches para que los vecinos podamos dormir tranquilos en lo que arreglamos este desastre y todos los días viene la doctora con la enfermera del consultorio de la familia a ver como estamos. Imagínate, con todo esto mucha gente se siente mal y se estresa. Además nos traen cloro para las cisternas y veneno para los ratones. La verdad es que aquí todo el tema de la higiene está bien controlado. Ya te digo, hemos sentido en todo momento que le importamos al gobierno, a Raúl y a la Revolución”.

“Por suerte ya tenemos luz, gas y agua, pero de todas formas hay un puestecito al doblar donde venden comida cocinada y por si fuera poco ya pasaron por las casas para ver las afectaciones de los equipos eléctricos para ayudarnos a reponerlos y nos van a ayudar también con lo materiales. Ahora dime ¿En qué otro lugar se ve eso? Porque nosotros somos revolucionarios pero humildes. Si no es por la ayuda que nos dan no sé como íbamos a levantarnos”.

Terminamos abrazándonos y con dificultad para irnos nos despedimos, la fuerza del deber llamaba y habíamos encontrado lo que buscábamos, lecciones de vida.


Avanzamos por la angosta callecita mirando todo una y otra vez, mientras que Onelia veía desde su puerta un horizonte calmado detrás de tantos escombros. Echamos mochila al hombro y continuamos nuestro camino porque en esta Cuba hermosa, llena de revoluciones -por suerte- la vida continúa.         

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