28 de abril de 2013

En el país de los necios, nada funciona

Por Nestor Guadaño




La Revolución de Octubre cambió las relaciones humanas. Hasta entonces el carrusel de la vida para los trabajadores giraba en torno a las prebendas y la cristiana caridad de los poderosos. La clase burguesa que había obtenido la acumulación originaria de su riqueza a través del exterminio de millones de seres mediante guerras, hambre y destrucción, perseguía obtener el control mundial de la producción y mercado, mediante truts y carteles más grandes que las propias naciones, y consolidar su poder mediante nuevas guerras comerciales.

La clase obrera, compuesta por mujeres, hombres y niños, estaba aún muy lejos de que se les pagara las 10 horas diarias de su fuerza de trabajo. Se encontraba desunida,  pues una parte de ella pactaba con sus opresores. Estos compinches de los patronos, engañaban a los explotados llamándose “socialistas”, impidiendo a los obreros que lucharan por sus intereses en el plano político, siendo estos “compañeros” quienes “moldeasen las luchas” a las leyes establecidas por la oligarquía.

Cuando tuvo lugar un nuevo reparto del mundo por las grandes potencias guerreras, y al no llegar a un acuerdo, estalló una nueva guerra europea. Estos propagandistas “socialistas” se quitaron la careta y vendieron esas guerras en función de su jefe nacional, que impuso un nuevo alistamiento de borregos para llevarlos al matadero.

Entonces, precisamente entonces, cuando la sangre de los oprimidos corría por las arterias de las fronteras, hubo unos proletarios, allí en la Rusia zarista, que dijeron NO. Se mantuvieron firmes en sus acuerdos internacionales de convertir la guerra entre mercaderes en una guerra social contra esos criminales y denunciaron a los cómplices “socialistas” de la carnicería imperialista.

Estos proletarios eran los más avanzados políticamente de las organizaciones a nivel mundial. Habían consolidado el marxismo, de un modo pragmático. Resolviendo las contradicciones que tenían entre ellos, del modo más democrático posible, haciendo posible que las enseñanzas contenidas en el “Manifiesto Comunista” pudieran salir del túnel de las palabras, a las avenidas de las realizaciones.

Se llamaban bolcheviques. Tenían un objetivo principal en sus vidas, conseguir el Socialismo. Eran la vanguardia del proletariado mundial. Y no escatimaron esfuerzos para conseguir un Estado de los obreros, y para los hijos de los obreros. Cuando consiguieron establecer esa identidad de intereses con la clase obrera, demostraron a las hienas imperialistas que se puede construir otro tipo de sociedad, basada en el trabajo colectivo y la igualdad.

Esta sociedad duró 74 años, y ha sido un faro de esperanza para los trabajadores del mundo. Pero también fue un crisol donde la ciencia, la cultura y la humanidad más avanzó socialmente que en todos los 19 siglos anteriores. Desde entonces, aunque la mayoría de la población no quiera pensar en ello, existe de forma irreductible la noción de que es posible llegar al Comunismo.

Cambiar para nada, transformarlo todo

Cuando el imperialismo con las uñas sangrantes, producto de las últimas guerras de esquilmación, vuelve sus ojos como en 1914 contra sus propios trabajadores, la mayoría de los asalariados ven impotentes esta locura de escándalos, crisis y opresión. Al igual que entonces los proletarios más avanzados se encuentran divididos en castas de siglas y fronteras. Y con ello cuentan los poderosos. Han adoctrinado convenientemente a los líderes sindicales, marcándoles cuales son sus límites de exigencias; a los movimientos reivindicativos de hasta donde deben ir sus protestas; a los partidos políticos del sistema de cuáles son sus premisas de colaboración.

Y ahora, precisamente ahora, es cuando tiene que surgir una fuerza proletaria que diga, NO. Y consecuentemente dirija sus esfuerzos para construir, de nuevo, una sociedad más avanzada, que camine sobre el legado que dejaron los países socialistas. Transformar la mentalidad, a partir de la proletarización forzada de toda la población, realizada por el capitalismo. Transformar la lucha por las reivindicaciones parciales, en reclamaciones contra el estado imperialista, para conseguir un Estado de Obreros. Transformar la propia mentalidad del oprimido, que sea consciente que sin sus manos y cerebro nada cambiará, pues toda su fuerza radica en la unión con otros mantenidos por el jornal usurero, para acabar con éste.

Como ayer, la mercancía lo inunda todo, para obtener su beneficio, se vende, se roba, se amasa, se disculpa y se mata. Nos hacen dueños de sus engaños, acumulamos objetos, baratijas y hasta la lápida de nuestra sepultura, en vida. Nos han degenerado con sus ideas de la empresa, del autónomo, derecho a ser desgraciado. Y muchos han hecho suyo estos mensajes, colaborando con ese tiovivo de impuestos y chantajes.

Tenemos un gran tragón sobre nuestras habitaciones, que nos inculca como debemos pensar. Ese cachivache de rancias recetas, que nos escupe mensajes para dominar las mentes. Como en el siglo XIX, se recurren a príncipes y espectáculos, a modas y truculentos robos, montajes de especuladores sobre “ongs” contaminadas, todo bien engranado para que los míseros asalariados no sean conscientes de su situación desesperada de la dependencia esclavista monetaria.

Para transformar necesitamos tener un equipaje mínimo de camisas, mudas y calcetines con que echar mano cuando tengamos que vestirnos. Y este bagaje es el socialismo. Y son las realizaciones conseguidas por las sociedades donde se construyó esa nueva sociedad colectiva. Estas obras no deben quedar reseñadas en los libros. Son ríos de pensamientos, meandros de risas y gozos, mares de felicidad. Cambiar los enfoques derrotistas por un telescopio de optimismo.

Porque los trabajadores son los artífices de toda la riqueza, no el capital. Continuar la construcción el Socialismo desde donde los países socialistas llegaron.
Porque hay una alternativa a la “Democracia burguesa” y esta es la Democracia Proletaria.
Porque para cambiar esta Dictadura de los Imperialistas, de los rentistas, del Capitalismo Monopolista de cada Estado tenemos entre todos reivindicar y luchar por la Construcción del Socialismo como única alternativa.

El Socialismo que viene, está a las puertas, será edificado por los propios trabajadores, junto a sus hijos y nietos más preclaros, que ya no se llamarán “socialistas”, vindicarán como objetivo social el Comunismo, herederos de las enseñanzas marxistas-leninistas, desarrollando las ideas de tantos revolucionarios, como Stalin, Mao, Ho Chi Ming y Che Guevara.

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