16 de noviembre de 2011

Reflexiones de un viejo...economista


Por Roberto Pérez, para La Joven Cuba
Ya lo decía el Guerrillero Heroico, algunos lo escucharon, otros no...

(Anotaciones sobre algunos aspectos de la institucionalidad del país y de diversos temas de la economía cubana)

“…Marx descubrió la ley del desarrollo humano:
el hecho tan sencillo pero oculto hasta él bajo la maleza ideológica,
de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, vestirse, tener un techo
antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión..”
Federico Engels, 17 de marzo de 1883 ante la tumba de Carlos Marx

Socialismo es transformación dialéctica de la sociedad

El nivel educacional adquirido durante el proceso revolucionario y el espíritu emprendedor del cubano es capaz de generar una fuerte actividad creadora a pesar de las numerosas dificultades objetivas (bloqueo en primer plano) y subjetivas existentes en estos momentos. La cultura política adquirida en estos 52 años, la capacidad de discutir, discrepar, criticar, son fortalezas adquiridas por nuestra población que deben aprovecharse al máximo para alentar a una mayor participación de los colectivos y los ciudadanos individualmente en el desarrollo de la economía cubana y en la toma de decisiones a los diferentes niveles.

Teniendo esto en cuenta, son preocupantes las actuales dificultades para vincular los proyectos sociales con muchos de los proyectos personales de los integrantes de nuestra sociedad. Estas dificultades han generado una brecha en la misma medida en que la vida personal y familiar se contrapone (por las dificultades del día a día) con la generalización social de las virtudes y beneficios que hemos alcanzado con nuestro gran proyecto social-estratégico.

Este gran proyecto cuenta con un sólido consenso ciudadano en un amplio conjunto de temas de la política internacional y del bienestar de la sociedad cubana como posiblemente no lo haya alcanzado ningún otro pueblo en el mundo en lo referente al amor a la patria y el arraigo a la nacionalidad, la salud, la educación, la cultura …, pero estos elementos no cubren una buena parte de las necesidades materiales primarias y de los deseos de desarrollo individual de las personas, lo que hoy frustra en cierta medida la armonía que debe existir entre lo social y lo individual.

El igualitarismo métrico de los mecanismos actuales de subsistencia, vician de forma visible las posibilidades de generar e impulsar el mejoramiento individual del nivel de vida de las personas.

Está totalmente claro que el socialismo como sociedad que aspira al bienestar de la inmensa mayoría de la población no debe permitir que el mercado organice la vida social en base a que unos tengan mucho y otros muy poco o nada. Pero para lograr estas conquistas medulares no hay por que renunciar a la individualidad de los gustos, las preferencias y el desarrollo personal. Por ello hay que buscar hasta encontrarlo, el necesario acople entre el desarrollo general de la sociedad y el desencadenamiento de las potencialidades individuales de las personas para alcanzar sus metas.

El Socialismo preconiza la igualdad de derechos y de oportunidades para todos los ciudadanos, no el igualitarismo de la sociedad. Por lo tanto, no debe mantenerse una cadena igualitaria que ate el desarrollo de las fuerzas productivas colectivas e individuales de cada integrante de la sociedad, las que sumadas y bien conducidas pueden coadyuvar al indispensablemente necesario salto cuantitativo y cualitativo de la economía, la producción y los servicios.

Por ello es que debe asumirse como necesidad imperiosa del socialismo cubano la tendencia de que todos los ciudadanos expresen sus ideas y sentimientos tal y como lo consideren, siempre que lo hagan en tiempo, lugar y forma adecuados. Se debe continuar promoviendo el debate amplio y de forma permanente, hasta llegar al clímax de la democracia participativa y que “se cambie todo lo que debe ser cambiado” porque Revolución es cambio, transformación. Ese modelo participativo, descentralizado, flexible, democrático y de análisis crítico, debe estar regido de forma tal que los intereses personales y de los colectivos no estén reñidos con los intereses de toda la sociedad y que permita identificar públicamente y en el justo tiempo las fallas, tanto las de la base como las de la superestructura y en contrar las soluciones viables de forma ágil y verdadera.

El período especial significó un considerable deterioro de las condiciones materiales, fundamentalmente en los niveles de consumo básico de alimentación, vestuario, vivienda, transporte, y otros. Con ello disminuyó notablemente el nivel de vida de la población y se entronizó en una buena parte de los jóvenes la inseguridad sobre la línea de desarrollo y seguimiento futuro del proyecto socialista que abrazamos hace mas de 50 años.

La capacidad de resistencia de nuestro pueblo está más que probada a la luz de 5 décadas de lucha, pero el odio al enemigo no puede constituirse en el único factor de unión. En estos momentos necesitamos cada vez mas, que las jóvenes generaciones (las de hoy y las que nos sucederán en el futuro) estén realmente comprometidas a seguir luchando y avanzando en las nuevas condiciones que surjan, con tácticas y estrategias adecuadas a cada momento y sin esquemas pretéritos. Si una parte considerable de los cubanos de las nuevas generaciones no se sienten actores protagónicos reales de profundos cambios en la vida del país y de su economía, podrán resistir debido a la tradición heredada de sus padres y abuelos que construyeron la nación que han recibido, pero difícilmente puedan, o peor aún, s epan avanzar y alcanzar nuevas conquistas.

Para sentirse parte de un gran proyecto como el nuestro hay que creer, sentir y saber que cada uno depende del resto y, entonces, realizar acciones concretas para desarrollarlo y desarrollarse individualmente como parte de él. Ello conlleva la necesidad ineludible y urgente de fomentar en todos la capacidad de lucha contra los problemas fundamentales internos de hoy como son la corrupción y las ilegalidades, la falta de eficiencia y eficacia en la producción y los servicios, el burocratismo, el gigantismo y la ultracentralización (económico-financiera e institucional), la improvisación y la ausencia de análisis sistémico en la toma de decisiones, el inmovilismo, la creencia de que todo lo que se ha decidido es lo supremo per se. Estos son incuestionables contaminantes de nuestra sociedad que puede n destruir nuestro proyecto desde dentro si no logramos despojarnos de formulaciones y recetas obsoletas de sostenimiento, si no aplicamos la dialéctica que aprendimos en un período de nuestra historia más reciente y que hoy en la práctica siquiera utilizamos.

La Revolución, ese gran proyecto social-estratégico que todos mencionamos, abarca a todos los cubanos, incluso a los que no quieren acogerse a él, pero que aunque por razones objetivas hoy viven fuera del país. no traicionan la tierra que los vio nacer, Debe tenerse en cuenta a todos y cada uno de los ciudadanos, individualmente o vinculados a grupos o sectores sociales, aglutinando a todos y sin discriminar a nadie por su forma de pensar. De esa integración deben surgir los dirigentes, promovidos desde abajo, sin saltos acrobáticos, dependiendo fundamentalmente de su capacidad, inteligencia, compromiso social y honestidad. En ellos la nación habrá de confiar y a la vez controlarlos férreamente.

El sentido del momento histórico nos obliga a pensar que la Revolución somos todos si nos mantenemos unidos. No pretender aislarnos en una burbuja es el método, no criticarlo todo a ultranza es el método. No temer es el método. Participar es la vía. Cambiar todo lo que debe ser cambiado es la vía. Transformar dialécticamente la sociedad es el objetivo final.

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